- María Ángeles Hernández, psicóloga experta en la atención a enfermos oncológicos
- «No hay ningún estudio concluyente que diga que la gente optimista se cura y que la que no lo es, no se cura»
El cáncer también viaja en patera. En Granada ha ocurrido. Hace ya algún tiempo, por ejemplo, un chaval africano llegó a este lado del Estrecho con varias infecciones muy graves y un sarcoma -un tumor que anida en los huesos, el tejido muscular, etc- en un brazo. Ese era su equipaje. Ni un papel. Nada.
Dice el profesor José Antonio Marina que para educar a un niño hace falta la tribu entera. También para curarlo. Sin aspavientos ni ruidos, la 'tribu entera' -sanitarios, organizaciones no gubernamentales, instituciones...- se puso manos a la obra y dio una solución razonable a un caso muy complejo. Hubo obstáculos que superar y fue duro, claro que sí, pero la historia tuvo un final positivo. Con su medicación y sus revisiones, el joven cumplió la mayoría de edad y sigue viviendo en España. Sostienen los manuales de periodismo que las buenas noticias no venden, pero ahí están.
María Ángeles Hernández (Granada, 1967) es psicóloga de la Asociación Española Contra el Cáncer de la provincia desde hace 23 años y fue uno de los eslabones de la cadena que permitió salir a flote a aquel inmigrante africano herido por la enfermedad y la pobreza.
Casada y madre de cuatro hijos -uno de ellos ya es universitario-, María Ángeles atiende a diario a pacientes oncológicos que necesitan un 'suplemento' anímico. Y le apasiona lo que hace.
Aparte de sus conocimientos académicos y de su dilatada experiencia en el campo de la oncopsicología, la experta es dueña de una sonrisa que prácticamente alumbra. Una excelente herramienta cuando la oscuridad quiere instalarse en la mente de un enfermo.
Visto desde fuera, su trabajo parece muy duro.
Parece que las personas que trabajamos en oncología somos especiales, pero es como todo: yo creo que no podría trabajar en prisiones o en drogodependencias, lo veo mucho más difícil. Es verdad que en el tema de oncología hay situaciones que a veces son vitalmente muy duras, porque se unen procesos de enfermedad, de sufrimiento, de muerte... Y en todas las edades y todas la circunstancias. Pero, por otro lado, la gratificación es tanta que te gusta.
¿Qué es para usted la muerte?
El hecho de haber empezado a trabajar con 26 años en la Asociación Española Contra el Cáncer me ha ayudado a recolocar lo que es importante..., me ha ayudado a tener presente que la muerte está ahí. Y con esto no quiero decir que sepa cómo afrontarla. Dependerá de las circunstancias vitales en que me encuentre. Pero nadie quiere morirse. Ni siquiera el que se suicida quiere morir: lo que busca es dejar de sufrir.
Ha comentado que atienden a personas de todas las edades, ¿es más complicado cuando se trata de niños?
Efectivamente, atendemos a niños oncológicos y a sus familias en el Materno Infantil. En general, el proceso de adaptación de los niños es mejor. Por ejemplo, llevan mejor el tema de la caída del pelo por la quimio. Nosotros cubrimos todo el proceso de la enfermedad: el diagnóstico, los tratamientos y cuando ya hay una situación de supervivencia, que suele ser un momento duro.
¿Por qué?
Porque, a veces, la enfermedad es tan dura que lo que prima es la superviviencia. Es como cuando las gacela corre y no mira si se hace daño, pero cuando para se da cuenta de que está un poco lesionada. Además, y por suerte, cada vez hay más supervivencia en el cáncer, pero también hay secuelas y un miedo a la recaída... Y aceptar las limitaciones, que uno no está como antes, es complejo. Y tenemos que estar ahí.
¿Todos los pacientes de cáncer necesitan ayuda psicológica?
No. Aproximadamente, la mitad de los pacientes tienen un buen proceso de adaptación a la enfermedad y no necesitan soporte especializado, por decirlo de alguna forma. Pero soporte emocional necesitan todos. Y en oncología, este nivel básico de soporte lo proporcionan los médicos y la enfermería. Tienen un papel muy potente. Pero hay otro 50% de los pacientes que sí tienen dificultades para adaptarse emocional y psicológicamente a la enfermedad. Son personas que, en principio, presentan reacciones que pueden ser normales: ansiedad, nerviosismo, preocupaciones, cierta alteración en el estado de ánimo..., pero si estas reacciones tienen una intensidad que les dificulta funcionar, pues es cuando hay que intervenir. Y que conste que no se trata de ser 'supermanes' ni 'superwomans'.
Pues está muy extendida la creencia de que el enfermo de cáncer debe tener siempre buen ánimo para curarse, ¿es cierto?
No. El enfermo de cáncer tiene derecho a estar triste, a inquietarse y a enfadarse. Es que estamos hablando de una situación que puede amenazar la vida. Si no nos inquietásemos, estaríamos locos. Además, ese esfuerzo para intentar estar bien puede generar más estrés en el paciente. Hay que tener cuidado con mensajes como ese de que el ánimo es un 50% de la curación. La gente quiere ayudar al paciente y que mantenga el ánimo, porque también para el entorno es duro ver a una persona decaída. Pero en esos momentos lo que necesita el paciente es comprensión, espacio para sentir..., porque las emociones no se gestionan conteniéndolas, sino expresándolas, hablando, compartiendo. Hay que informar al paciente de que es legítimo y normal que se encuentre decaído. Y también hay que informar y formar a las familias. Cuando no dejamos que un paciente se exprese, lo que hace es tragarse las emociones. Y la emoción contenida hace más daño. ¿Es importante estar lo mejor posible a nivel anímico?: sí, pero no por eso te vas a curar o no te vas a curar. No hay ningún estudio concluyente que diga que la gente optimista y positiva se cura y que la que no lo es, no se cura. Siempre pongo el ejemplo de las presas de los embalses, que son muy fuertes, pero tienen aliviaderos. Y por esos aliviaderos sale agua que es buena: sale canalizada, riega los campos y llega al mar sin hacer daño. ¿Qué pasaría si taponásemos los aliviaderos? Pues que reventaría la presa y el agua se desbordaría.
¿Qué es lo primero que piensa una persona cuando le dicen que tiene cáncer?
Hombre, las connotaciones que tiene la palabra cáncer siguen estando ahí. Pero cada vez hay más personas que nos dicen que saben que les espera un tiempo de tratamiento y que luego se curarán. Pero, vamos, lo que hay normalmente es una preocupación por la familia, que afecta más a las mujeres. Todavía es así. No se permiten venirse abajo.
¿Y no querer saber también es una opción?
También es legítimo. Existe el derecho a saber, pero también el derecho a no saber. Pero a veces es necesario que los pacientes sepan algo más de la enfermedad que tienen, porque igual tienen previsto hacer, por ejemplo, una inversión, pensando que están bien y no es así. No es habitual, pero puede ocurrir.
¿Se ríen mucho en este trabajo?
Sí, nos reímos mucho. Hay buen humor. En las salas de oncología hay situaciones muy tristes, pero, en general, hay buen humor. Este trabajo te aporta mucho. Yo a los pacientes les doy las gracias. Mi vida se ha enriquecido mucho con ellos. Los pacientes te dan lecciones de vida.
¿Y hay tiempo para llorar?
También se llora. Aunque es verdad que, con el tiempo, vas aprendiendo a no 'sobreimplicarte'. Implicarte, tienes que implicarte, pero hay situaciones que ves que te enganchas demasiado.
¿Cómo desconecta, si es que se puede?
En la asociación en Granada estamos seis psicólogas y tenemos la suerte de que podemos hablar mucho entre nosotras. Y eso creo que ayuda mucho.
O sea, que también van al psicólogo.
Yo no he ido, pero si tuviera que ir, iría, ja, ja, ja. Pero es lo que decía antes, entre nosotras nos damos mucho apoyo. El equipo es muy importante. Hablar con los oncólogos o con el personal de enfermería es muy importante. Y luego es fundamental tener una vida 'fuera de': la familia, el ocio, una buena red de amigos... Hay que desconectar.
¿Está cerca la cura del cáncer?
Ya hay procesos oncológicos que se están curando. Cuando yo empecé, un diagnóstico de una metástasis hepática significaba que el paciente se nos iba, pero ahora ya hay tratamiento para esas metástasis hepáticas.
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